¿Tienes Cerebro? Excelente. Ahora vamos a convertirlo en tu aliado para hacer dinero
Tu cerebro es tu herramienta más poderosa, pero cuando se trata de inversiones, puede ser tu peor enemigo. ¿Por qué?
Porque para el 99% de las personas, su cerebro está programado en modo de defensa. Su trabajo es protegerte de los riesgos y peligros innecesarios, y en el mundo actual, uno de esos “peligros” es perder dinero.
Para tu cerebro, perder dinero significa perder seguridad e invertir, significa enciende las alarmas de riesgo. Pero déjame decirte algo: es una trampa.
Esa mentalidad de “protección” te mantiene en una “zona de seguridad” que, en realidad, no es tan segura como parece. Mientras dependas de una sola fuente de ingresos “segura”, como el sueldo que recibes por tu trabajo, tu calidad de vida siempre estará en riesgo inminente.
Imagínate por un momento: si mañana perdieras tu trabajo, ¿qué pasaría con tus finanzas? ¿Cuánto tiempo podrías mantenerte sin intercambiar tu tiempo por dinero? Esa es la realidad que muchos evitan enfrentar, pero no enfrentarla no la hace menos real.
Y no solo es eso. ¿Cuántas veces has querido invertir y hacer algo diferente por tu futuro, pero sientes que una barrera invisible te detiene?
Te dices a ti mismo que lo harás más tarde, que necesitas más información, que aún no es el momento y te pones mil excusas.
Déjame decirte algo: esas son tus creencias limitantes y miedos hablando, manteniéndote en esa “seguridad” que en verdad te está frenando.
Esta frustración de no poder avanzar hacia tus metas financieras, de ponerte excusas una y otra vez, es lo que te mantiene estancado.
Es fundamental que empieces a invertir y a crear una nueva fuente de ingresos pasiva. Esa fuente será tu red de seguridad financiera, creciendo día a día sin que tengas que estar presente o intercambiar tu tiempo por dinero.
Pero para lograr eso, necesitas reconfigurar tu cerebro. Hay que sacarlo del modo de defensa y ponerlo en modo cazador. Es hora de eliminar esos miedos y barreras psicológicas que te están frenando.
Por Gabriela Berrospi